5 ESTRELLAS
Las obras “La mala educación” y ” Siempre estuve ahí”, así como “Hubo amor”, nos muestran que Fabry vuelve una y otra vez sobre sus temas, los toma y los trae nuevamente, así recrea lo simbólico por duplicado, un ejemplo de ello es la conocida obra de la artista “Sobreprotección”, que tiene a una pecera protegiendo a ese pez y además una bolsa de nylon dentro de la pecera por si fuera poco, cuidados sobre cuidados, símbolos dentro del símbolo.
Las exigencias comienzan desde la primera infancia y develan como se comporta el sistema y como va incorporándose a la vida cotidiana sin que lo notemos. Sus personajes procuran ser y alinearse, atravesando todos los escollos y a veces en el medio de alguno de ellos, atascados pero allí, como parte integrante de un nivel inusitado para su realidad, pero al que se aproximan aunque sea por un detalle superfluo.
La expectativa de cambiar de vida, latente siempre, no pasa por una preocupación política, pasa por tener aquello, que aunque ajeno a su mundo, se parece mucho (en su copia falsa) al original al que alude.
Ana Fabry toma partido por el asombro del mundo complejo y ambivalente que le toca vivir, ella acude permanentemente a situaciones manifiestas de lo actual y de lo pasado. Hombres, mujeres y niños inmersos en un imaginario sustraído de su memoria y de sus vivencias, anclados, acorralados por el sistema.
Fabry, muestra sorpresa, tristeza, una gran ironía y hasta un oscuro humor en sus imágenes, sustentadas en seres descalzos, metidos en charcos barrosos de donde no pueden salir, pero llenos de añoranzas y tratando de distraer la pobreza.
Ella es una profesional de la metáfora pictórica, puede con eso y lo logra siempre, uno cae en su red de datos y apropiaciones, utiliza el lenguaje visual como pocos, dice lo que quiere y más aún con las imágenes. Sostiene un andamiaje sin eliminar intensiones expresivas, captura las acciones sin extraviarse en los intersticios de su subjetividad. Articula una y otra cosa al definir sus imágenes, se desdobla entre expresión pictórica y relato visual en un júbilo poético único.
Ana Fabry confronta consigo misma de esta manera y se manifiesta, a veces ocultando datos, otras mostrando todo y enfrentando lo inefable, arrojándose al sufrimiento del otro que se retroalimenta con el propio en una tortura bucólica imposible de describir y de percibir en su totalidad. Debemos contentarnos con lo que podamos captar, debemos comprender que en este universo, sólo somos espectadores.
http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2010/10/08/escenariosysociedad/SOCI-03.html
8 de octubre
V.I.P.
En las salas del MAC, se podrá tomar contacto con las obras de Ana Fabry fechadas en 2009 y 2010, pinturas de mediano y gran formato colman el lugar así como algunas cajas compartimentadas a modo de objetos instalados que dan cabida a la manipulación del público, también pequeñas esculturas y altares paganos, componen la escena y completan las variantes que Fabry necesita para mostrar V.I.P. Casi como en un laboratorio con una asepsia extrema, las obras de la artista siempre muestran embaldosados ambientes íntimos, baños o cocinas azulejadas con venecitas, delimitados espacios donde se determina y desata la vida cotidiana y donde el interior del personaje en escena se desnuda y sale a la luz. Como en una sesión de psicoanálisis, todo está allí, el temor ambiental, el autoboicot permanente, la contradicción, el encierro y las fobias, el círculo vicioso, el conflicto interno, los acontecimientos que parecen que suman pero en esa realidad, restan.
En estas obras hay además un dejo de melancolía y desolación, transmitido por algunos objetos como la heladera SIAM verde, la bañera enlozada con patas, todo remite, todo hace a la atmósfera sombría y penumbrosa de la personalidad de los implicados en cada imagen, retratados en el recuerdo doméstico y familiar de otra época. Fabry poluciona con detalles sus obras dándoles un cariz Neobarroco a todo el conjunto visual. Colorista por excelencia, su paleta se instala en verdes y rojos únicos, asombrando por las mezclas para conseguir los tonos finales. Los climas a los que alude, los logra a través de ellos y así deja claro que esos son sus colores y de nadie más.
El título de la muestra V.I.P. dispara un juego cruel que se vale de la desmesura grotesca del infortunio para mostrar la desdicha, y las cuentas pendientes que la sociedad tiene con los desposeídos. Las condiciones en que se construyen las sociedades estratificadas, dan un poder ficticio al dominio político y económico, pero es lo hegemónico e inquebrantable lo que sostiene dicho poder y al que acceder puede llevar la vida.
Los protagonistas son hijos de la desgraciada pobreza, son parte de ese sistema que los excluye (muy evidente en la obra “Otra casita feliz”) y solo un detalle los aproxima a ese “primer mundo” tan anhelado, el deseo de ser VIP de vivir de manera “5 estrellas”, es una añoranza profunda de pertenecer, de no estar fuera de escena. Aunque sea por un momento desean subirse al podio y sostener de ese modo un lugar en el mundo, aunque ello les lleve toda su reserva de energías. Así los encontramos en las imágenes, poseídos, con el corazón latiendo, casi bramando de dicha por el logro, como en la obra “ Princesa da fronteira”.
Las exigencias comienzan desde la primera infancia y develan como se comporta el sistema y como va incorporándose a la vida cotidiana sin que lo notemos. Sus personajes procuran ser y alinearse, atravesando todos los escollos y a veces en el medio de alguno de ellos, atascados pero allí, como parte integrante de un nivel inusitado para su realidad, pero al que se aproximan aunque sea por un detalle superfluo.
La expectativa de cambiar de vida, latente siempre, no pasa por una preocupación política, pasa por tener aquello, que aunque ajeno a su mundo, se parece mucho (en su copia falsa) al original al que alude.
Ana Fabry toma partido por el asombro del mundo complejo y ambivalente que le toca vivir, ella acude permanentemente a situaciones manifiestas de lo actual y de lo pasado. Hombres, mujeres y niños inmersos en un imaginario sustraído de su memoria y de sus vivencias, anclados, acorralados por el sistema.
Ella es una profesional de la metáfora pictórica, puede con eso y lo logra siempre, uno cae en su red de datos y apropiaciones, utiliza el lenguaje visual como pocos, dice lo que quiere y más aún con las imágenes. Sostiene un andamiaje sin eliminar intensiones expresivas, captura las acciones sin extraviarse en los intersticios de su subjetividad. Articula una y otra cosa al definir sus imágenes, se desdobla entre expresión pictórica y relato visual en un júbilo poético único.
Cuestionadora por excelencia, mira la vida desde sus obras, hace declaraciones a través de ellas y refleja su posición en el mundo desde allí. Proyecta sus ideas, despliega sus fantasmas, configurando un territorio que siempre nos conmueve, nos inquieta y nos provoca sensaciones.
La artista pertenece a una generación de pintores que muestran el derrumbe humano, la desfiguración de la identidad, el ingreso a esa dimensión híbrida del ser contemporáneo que ha perdido el sentido y se deja llevar por la necesidad de importar “maneras ajenas” para poder lograr validar su propia vida. La preocupación permanente por el hombre y su destino constituye un verdadero fresco de la realidad. Las obras así lo demuestran. Los que las observamos nos sentimos conmovidos, maniatados por un rato a sus crueles imágenes y movilizados para siempre al ingresar al mundo de Ana Fabry.
Hay un proceso retórico de desplazamiento que permite anudar conexiones y establecer contacto con la realidad pasada y actual. Se da una unión por asociación entre el deseo de mostrar la miseria, reemplazado por la visualidad poética que nos presenta, así recorta, para sustraer a sus personajes de las contingencias. Nos dice lo mismo que sabemos, pero a su manera, con una condensación de términos visuales con ese poder que tiene para figurar en imágenes, para dar referencias sin caer en el lugar común. Fabry puede transferir ideas, contar experiencias, analizar situaciones, todo materializado en imágenes, en la prueba irrefutable de su propia alusión. Ella crea desde hace años con una continuidad asociada al placer de la metáfora, como goce estético. Cargada de efectos sorprendentes genera un espesor semántico peculiar único y sacude de este modo el ánimo de quien la observa. Avanza en consecuencia con su potencial connotativo, encarnando lo esencial y acentuando lo importante, de alguna manera altera el sistema establecido, y crea su propia retórica, esto le permite verse a sí misma, atender sus dolores, y evocar en imágenes sus pulsiones internas.
Ana Fabry confronta consigo misma de esta manera y se manifiesta, a veces ocultando datos, otras mostrando todo y enfrentando lo inefable, arrojándose al sufrimiento del otro que se retroalimenta con el propio en una tortura bucólica imposible de describir y de percibir en su totalidad. Debemos contentarnos con lo que podamos captar, debemos comprender que en este universo, sólo somos espectadores.
Curación
Montaje
Salas del MAC
Vernissage