YVY MARANE’ỹ
Abril de 2013
El orden de la creación
Dibujos,
pinturas, cerámicas, intervenciones, instalaciones y videos son los múltiples
soportes que presenta Pablo Affore
Lovino para representar sus acciones visuales. Todas sus obras se
relacionan entre sí en una unidad continua, en un orden oculto implícito, que
aporta un flujo de información visual paulatino y constante. Como en una red,
cada parte o fragmento es una totalidad común que abarca la extensión de un
movimiento regular y permanente.
Se
da en la obra de Affore una tendencia observable y directa, la ejecución de
configuraciones simples y por consiguiente de órdenes creativos regulares, casi
emparentados con el efecto de las limaduras de hierro esparcidas en un campo magnético
que se ordenan siguiendo un patrón en esa fuerza de atracción que lo abarca
todo.
Su
entorno es su obra, Affore relaciona todos los elementos a su alcance y los
ubica en otra espacialidad que la original de donde surgieron, pero igualmente
intenso en su potencialidad y tan cargado de energía como en su identidad
primaria. Así organismos retirados de los bordes de ríos, de algún monte
lejano, o de la ladera de una montaña, aparecen aquí para “ser”, en otro
acontecimiento temporal, una instancia expresiva, en una espacialidad nueva,
con su carga simbólica adherida a fuego en sus regulares ritmos orgánicos. Aquí
es donde surgen las acciones reflejas, un logro de la propia energía que tienen
los objetos y que el artista descifra a pleno en cada obra.
Se
acoplan también los ritmos progresivos de la repetición, esa casi frenética
acción para componer, que no elude la insistencia en pos de los efectos y
correlaciones de vínculos que pretende Affore.
Así
podemos ver en las obras, que tienen cientos de clavos adheridos a su
superficie, el intrincado patrón visual que se produce a partir de un simple
elemento, las logradas tramas ópticas se acomodan a nuestra visualidad dando movimientos constitutivos de matices y vaivenes
que dominan la escena desde lo conceptual.
Las
alteraciones nos hacen atender a un ritmo, a sortear los obstáculos visuales, a
percibir las variaciones en esa clara “central energética” que nos propone el
artista en cada una de sus puestas.
De
este modo en el recorrido completo, uno encuentra evidencias simbólicas a cada
paso y nuevas formas de alterar las luces y sombras, de crear contrastes, de
organizar las imágenes, de componer con sonoridad propia.
Esta
manera de construir sin jerarquías, ya que todos los soportes con que trabaja
tienen la misma importancia, hace que nos enfoquemos en los estímulos visuales,
en el logro desde elementos mínimos, en las variaciones de lo simple.
Las
obras de este artista son verdaderos “campos de fuerza” con posibilidades y
significaciones puestas en juego, que harán a la recuperación de sensaciones y
percepciones que todos tenemos, cuando se trata de los elementos que las
componen. La naturaleza destinada a funcionar como vivas relaciones y
recuperadas energías en nuevos formatos, hará que nos retrotraigamos a la
experiencia directa con ella.
Además
hay una obra que se constituye en “bioarte” por la utilización de vello púbico en
el centro de su construcción, es una forma cruciforme axial que adquiere un
tono especial por el material orgánico agregado, que pertenece a diferentes
personas, y se unen aquí en esta simetría imposible, logrando un nuevo
significado en la danza ritual de este círculo mágico que apela a partes de la
corporeidad humana para constituirse en un hecho plástico, así como al asomo de
un delicado erotismo que transgrede casi con humor, su discurso conceptual.
Alude
también a lo irónico con los mates calabazas que transmiten lo voluptuoso desde
sus curvas sensuales en una decidida elección por lo orgánico para componer sus
obras.
Muchos
indicios, cantidad de estímulos, simples elementos, podrían resumir el cosmos
de este artista que devuelve al universo natural su aporte de cerámicas
esparciendo, abandonando, enterrando o arrojando sus discos para que el orden
creativo vuelva a producirse una y otra vez.
Curación