octubre de 2013
Montaje
La casita feliz
La
casita oficia aquí como elemento central, como símbolo autónomo y como tema
recurrente en la obra de los últimos años de Ana Fabry y que se presenta en la
muestra del MAC.
Reconocer
un significado universal a la casa como hábitat, como lugar, supone revelar su
importancia como sostén interno, como punto de unidad donde habitar y contener
la propia identidad. A la hora de volver debe haber una morada contenedora
donde cobijarse, protegerse y resguardarse.
La
casa se cimenta en la solución de las urgencias y de las necesidades, donde uno
puede ocultarse de ser visto y es el recinto sagrado donde se permite la
entrada o no a otros.
Ana
Fabry lo sabe bien y entra en combate permanente con el deber ser del hábitat
humano, y sus necesidades no resueltas. La casita feliz tiene que ver con las
viviendas sociales, esas pequeñas casas de planes realizadas con un molde
predeterminado, construidas regularmente y que no responden ni cerca al ideal
de hogar añorado y menos aún a la conformación de tranquilidad que supone una
casa. Estas casitas son de una arquitectura precaria, de una estructura
obsoleta que irremediablemente traerán más problemas que soluciones a quien las
habite.
Sustentadas
y ensambladas con poca firmeza nunca se
instalan como verdaderos recintos de sostén para sus moradores. Las casitas son
en definitiva una carga mas, una delimitación negativa con contingencias
posibles e inabarcables así como totalmente inconvenientes para la convivencia.
Hay
un ánimo manifiesto en cada objeto, pintura o instalación, que surge de las
diferencias esenciales de la configuración de estas casas, sus dimensiones, y
su anclaje efímero al terreno de base.
Hay
además gravitaciones en la protección que seguramente no se logrará en ellas. Los
avatares climáticos, el paso del tiempo dejarán ver los apresurados ajustes,
los precarios materiales que contrarían la firmeza necesaria, y así a la
vista aparece la ruina inminente a la
que fueron sometidas desde sus inicios, partiendo de un proyecto tan frágil
como transitorio.
En
cada sala hay un gran número de casitas representando, cada una dotada de una
decoración particular y propia, todas tienen la misma conformación estructural
y la misma disposición interior ya que
responden a un premoldeado, claro está que las variantes aparecen de acuerdo a
lo que sucede adentro y afuera de ellas.
Por
eso los rótulos puestos por la artista darán las pautas concretas de alegrías o
infelicidades, de heridas pasadas y presentes, de discreción o encierro, de
abulia rutinaria, de deseos cumplidos, de atiborrados elementos culinarios, de
espejos donde reflejarse y de tantos otros estados de ánimo y situaciones de
sus moradores.
Además
están las escenografías y ambientaciones de casas, con todo su mobiliario en
detalle donde pueden verse varias escenas cotidianas sucedidas. La ausencia de
personajes las hace aún más contundentes, reflejando de inmediato hechos, deseos,
situaciones y decisiones tomadas. Una sábana caída de la cama recientemente
abandonada y los cajones vacíos de la cómoda, hablan a las claras de la huída
de esa escena, de alguien que tomó sus cosas y se fue del lugar dejándolo
vacío.
Cada
escenografía cuenta una historia que habrá que descubrir, Fabry nos tiene
acostumbrados a la apelación del humor en primera instancia y es allí cuando
pasada la sorpresa se deshilvana el
acontecimiento interno que la convoca. Siempre subyace una enquistada violencia
doméstica, aparece un aletargado drama familiar o se cuela un acorde patético
para dar cuenta de sus propios estremecimientos, de sus desencantos y de
vivencias tan fuertes que salen a la luz como veladas e inocultables
realidades.
La
torta de casamiento es un punto clave, hecha de rollos de papel higiénico,
broches y platos de cartón dan cuenta de lo que será ese compromiso asumido,
que cada día tendrá sus establecidas secuencias rutinarias y que cada elemento
determinará la vida de quienes tomen la decisión de unirse en matrimonio.
Contundente, Fabry administra con crudeza elementos e ideas, desacraliza
conceptos y pone en el tapete lo que para ella es una institución tan arcaica
como arbitraria e inestable.
Rastreadora
por naturaleza, encontró pequeños muebles y enseres para ambientar sus casitas
y como posproductora los utilizó mezclándolos con acabados trabajos propios,
por un lado de costura en sábanas, manteles y toallas, y por otro de pintura en
empapelados o frente de muros y allí esta su mano instalada hasta la médula en
cada una de las singulares casitas de referencia.
La
ejecución de cada elemento es impecable, su manera de producir visualmente no
se inicia en lo que vemos sino que comienza en un cuaderno de ideas y bocetos
donde se van determinando signos y se ubican las señales de lo que ocurrirá
luego, donde se configura progresivamente
la naturaleza interna del pensamiento del artista y se constituye el
fundamento de su esencia.
Curación
Montaje
Salas del MAC
Inauguración - Vernissage
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