TOURNÉE AMÍ MISMO| RAUL COTTONE
Octubre de 2015
Radiografía interna
El cuerpo se encuentra en un
momento particular en las artes visuales, con presencia absoluta, por momentos
aparece como contenido temático, como objeto de análisis, como sujeto de
acciones visuales, como reflexión o como punto de referencia del discurso
artístico.
Raúl Cottone no escapa a estas
premisas, y nos muestra cuerpos como soportes, partes de cuerpos con sus
interiores a la vista, en un desvelamiento tan sugerente y misterioso como
inevitable de sus estructuras internas.
El artista hace una especie de
invocación al adentro corporal, ampliando su visualidad y expandiendo la
experiencia de la superficie, que naturalmente vemos, a una cartografía interna
del mapa territorial humano que deja desnudo al desnudo.
Activa de este modo una
estrategia perceptiva identitaria que nos confronta con el esencialismo vital
que todos tenemos, una homovisión hasta las últimas consecuencias, el cuerpo
entendido como una unidad física y lugar de concentración de la vida, haciendo
desaparecer casi por completo contornos, trazas musculares, sacando la
vestimenta corporal de la piel, haciendo desaparecer el afuera y concentrándose
en la plenitud del adentro.
Cottone, excluye y ausenta lo
anecdótico de estas partes del cuerpo, como la cabeza en la que hace hincapié en
este caso, para ir directo a la esencia, enfoca, capta y deja aparecer,
convirtiendo así al cráneo humano en protagonista de un microrrelato que
despliega su exteriorización a través de estas obras.
Las secuencias fotográficas
desarrollan visualmente tramas ocultas, posibles de ver a través de la cámara
del artista, que en una disciplina representativa, nos hace reconocer a la
cabeza como una parte reveladora y manifiesta, y a la vez nos hace posible
reseñar las dimensiones de nuestra propia corporeidad a partir de ella.
La cabeza como estructura física
de anclaje de lo humano deviene en una apropiación interna, que queda al
descubierto desde su anatomía ósea y se concibe aquí, como un instrumento
convertido en el espacio de cautiverio encarnado por su cráneo.
Retratar el destino fisiológico,
generando la verdadera situación que presentan estos huesos, los vuelve
vulnerables, los condiciona en su aceptación del paso del tiempo y les anuncia los
cambios, así y todo su sostén estructural no dejará nunca de cumplir su
función, aunque lo interpele el tiempo en forma permanente y devastadora.
Autorretratar su cráneo y dejar
ver su interior, implica para el artista
mostrarse hasta límites insospechados en ese interior que ya albergó
sufrimientos, pasiones, alegrías, temores y toda clase de sensaciones, a la vez
que generó un sinnúmero de acciones en su devenir: pensar, crear, manifestar
ideas, generar conceptos, bostezar, masticar, hablar, gritar, susurrar o reír, involucrando
con ello a toda su osamenta craneana, como lo hace también en la gigantografía
ósea de la boca donde exhibe sus dientes y mandíbulas. Esta determinación con
que Cottone arbitra los medios para dejar su esqueleto a la intemperie, le
impone un retornar permanente a sí mismo, cosa que viene haciendo desde que
presentó “Eternidad y tránsito de la creación” en 2005.
Por otro lado aparecen los registros
entelados de las veladuras, que sólo son atravesadas en sus atavíos, por lo
gestual en su mínima expresión. Como en el caso de las fotografías de las cuatro
generaciones de la familia Cottone, retratadas en cinco obras de esta serie.
Lo obvio se desvanece en la
permanencia de lo oculto y lo identitario se regenera, se planta en el
transcurso del tiempo y acusa las franjas etarias con contundente evidencia.
Todo quedó claro, el artista
presta su propio cuerpo para dar cuenta de su historia, cubriendo y
descubriendo, o velando y dejando al descubierto. En todos los casos comunica
con sus imágenes el latido esencial de su vida a través del arte.
Stella Arber
Directora MAC UNL
MONTAJE
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INAUGURACIÓN
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