Tierra
arrasada
En
las salas del MAC se exponen dibujos y una instalación de Leandro Calamante.
Tierra,
fuego, ramas carbonizadas y registros realizados con ese carbón resultante, son
los elementos que actúan en la escena visual.
Calamante
plantea una penumbra ambiental, develando un escenario donde priman grandes
bloques de tierra que ocupan con sus volúmenes la totalidad del espacio. El
carbón con todas sus posibilidades, se ve desplegado en estos volúmenes que
flotan en la escena.
Una
concepción del mundo, desde el pequeño espacio que ocupa cada uno, esa parcela
potenciada por el concepto de propiedad privada, se muestra en su recorte, en
su diferenciación y en la convicción de que lo que le pertenece
individualmente, es único, también aparece la fragmentación social, que refleja
en forma directa, el estancamiento de las oportunidades de crecimiento que se
arrastran y se instalan, impidiendo la movilidad social y marcando la coyuntura
económica del subdesarrollo
Los
antiguos, moradores investidos de un sentimiento interno de identificación, con
ese lugar en el mundo que ocuparon, allí se activan connotaciones simbólicas en
cada segmento, y en cada parcela dividida se remarca el espacio para dar lugar
a la plenitud del dominio que de él han
tenido.
Esto
se replica interminable en una y otra, conformando el conjunto y esa resonancia
organiza el círculo interno de un universo único.
Un
mapeo general, podría demostrar que no hay demasiadas diferencias entre una y otra tierra parcelada. Calamante
suma las partes, les da sentido al fragmento, sectoriza para poder ver claro.
La
forma de cada una, se sostiene sobre sus bordes, triunfante en su aislamiento,
se diferencia en algo de las otras, pero allí está atrapada en el crucial
destino del agrupamiento.
La
mirada de Calamante, regresa a un punto originario, casi desde lo ritual, esa
mirada se transforma en espejo para el que recorre y observa, se produce un
tránsito orbital que refleja inquietantes signos simultáneos en todo el espacio.
De
este modo establece un vínculo de sentido esencial y renueva el significado de
sus acciones visuales desde la economía de elementos y materiales en escena.
En
un evidente paisaje reducido a la nada, a restos mortales que alguna vez
prefiguraron un mundo en dinámica acción, con energía en movimiento y con
estímulos vitales constantes, solo se vislumbra un desequilibrio de fuerzas que
provocó esto y las consecuencias de una declinación en progreso que tuvo este
final.
La
nueva piel de la tierra, como superficie simbólica, exhibe y representa la
oscuridad que allí se invoca, el paso del hombre en su devenir y lo que ha
provocado sobre su suelo.
Las
imágenes petrifican el paisaje en desolación, no hay ningún acontecimiento
vital, ni siquiera algo latente que pueda dar cuenta de la especie que allí
habitaba.
Semejante
panorama sombrío, hace indispensable pensar en el gesto de acciones sostenidas
en el tiempo, la depredación, que tiene como manifestación, una verdadera tierra arrasada, y sobre ella,
prueba de ese tránsito humano aparecen apenas como un atisbo de experiencia
regresiva, unas gotas de sangre que agonizan en la pared, en un desgarro sin
miramientos construyendo el símbolo de la vida.
Lic.
Stella Arber
MONTAJE