CORONACIONES | DANIELA ARNAUDO
Julio de 2013
Tumbas y ataúdes en el
MAC
Mezclar lo religioso, lo ritual, lo sentimental y lo
necrológico es pura intensidad de parte de la joven Daniela Arnaudo que
despliega lo simbólico representacional en temas tan difíciles de abordar como
la muerte, los lugares de entierro y los depósitos de cadáveres.
Esta artista fluye en los bordes, deja claro que los
puede internalizar sin complejas imposturas, solo dejando actuar a sus
recuerdos y a su imaginación para recrearlos. Pocos se atreven con este
contexto que trae al tapete un universo de mensajes que siempre fueron
vigilados, y supervisados por la religión. De este modo apoya el accionar
visual sobre los signos típicos que rodean la muerte, los trae al centro de la
escena museística sin tropiezos, sin condicionamientos morales, ni culturales
para lograrlo, esto tiene que ver con su esencia, es todo un acontecimiento que
Daniela Arnaudo realiza con una naturalidad y una familiaridad estremecedora y
sin más pretensiones que convertir en obras de arte sus resonancias familiares,
sus experiencias infantiles con su abuelo funebrero. Comprometida hasta la
médula con estos temas, los asume componiendo con cromatismos absolutos, con
profusiones de elementos en una pronunciación barroca propia de lo que rodea a
las tumbas, arreglos florales y ornamentos propios de los cementerios y toda la
imaginería religiosa que acompaña la iconografía cristiana y aquí hace hace su
aparición como parte integrante de las obras, como datos puntuales de una
decoración inevitable.
Los nichos que tapizan una pared completa, muestran un recato
explícito en la decoración, demarcada continuamente por un exceso ornamental en
combinación con frases de relatos breves en las placas, aludiendo siempre al
muerto que allí habita. Otras aparecen en un abandono evidenciando la crudeza
del paso del tiempo y el olvido de sus deudos, presentando un despojamiento
extremo. Allí es donde acciona
visualmente Arnaudo, con su fuerte carga alusiva, poniendo una lápida ultra
ornamentada para contrarrestar el deterioro flagrante al que han sido
sometidas.
La referencia a ritmos orgánicos probablemente responda
también a los órdenes creados por el normal crecimiento de la naturaleza,
explicitado en esas flores cuidadosamente elaboradas en unidades únicas, la
frescura de la vida, con variantes deliberadas en su composición y una impecable
factura, puestas allí para contrarrestar el ataúd, para interponer un recurso
contra lo efímero o para crear un follaje rico que refrene lo que
inevitablemente ocurrirá dentro de él.
Arnaudo explora todas las posibilidades expresivas, toma
las retóricas del entorno y asume sin sentenciar otra oportunidad para sus
muertos, otra correspondencia con su eterno descanso. Legitima una nueva mirada
desde el arte para la última morada humana.
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