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Octubre 2006
Ana Fabry es una artista plástica que vive y trabaja en Santa Fe desde hace muchos años. Ha entrado en la historia del arte de nuestro país y ha extendido su talento a parte del mundo.
Realiza sus obras bajo una composición rigurosa, siempre teniendo en cuenta la unidad temática. Tiene una técnica refinada, donde sobresale la intensidad y la riqueza con que maneja sus pigmentos, capa sobre capa, la materia le brinda el potencial absoluto para ir construyendo pasajes, tramas y texturas que tienen que ver con lo sensorial, emparentándose con la sensualidad, y configurando una óptica colorista única que favorece a la expresión.
La acción constructiva de sus imágenes y su proceso conllevan una elaboración precisa y minuciosa, la escala espacial distorsionada y las técnicas pictóricas que utiliza refuerzan los climas simbólico-escénicos que se ven como resultado.
Ana Fabry crea desde un elaborado ceremonial propio, organizando sus configuraciones con maestría, sin dejar nada librado al azar, construyendo desde una conciencia histórica, con una personalísima concepción de su paso por este mundo.
Sus imágenes producen sensaciones no comunes ni convencionales, tampoco demasiado evidentes, por el contrario, estas obras nos obligan a otras miradas, desde "su" mirada. Este juego de palabras pretende dejar en claro que, ante estas obras, se produce una operación imaginativa trascendente, que no podemos obviar y, a veces, nos quedamos perplejos ante algunas revelaciones. En esos casos, nos cuestionamos interiormente, casi de modo inconsciente, sobre lo que miramos y, puestos en esa situación, debemos evaluar si podemos con la angustia de llegar hasta el fondo. Quedamos a merced de sus lúcidos descubrimientos, implicados, casi al borde de la complicidad. Allí se nos abre un mundo clave: la capacidad de construir sobre el dominio que parecía absoluto, de la intimidad de la artista. Sus obras nos exigen una devolución, una validación sin ingenuidades, apuntan directamente a nuestra inteligencia, provocándonos con sus disparadores poco sutiles, con su ironía casi corrosiva y con sus enunciados de verdades crudas y situaciones patéticas, donde se observa el vínculo entre individuo y contexto, en un registro cáustico, que nos enfrenta a cada momento con la furia contenida y con la injusta trama de padeceres, crueldades y violencias cotidianas.
Fabry también castiga fuerte a sus personajes, los hace actuar sus luchas diarias en simbólicos escenarios, evidenciando verdades subterráneas, con una carga poética durísima que elude toda posibilidad de esperanza. Atrapados y en su indefensión, estos seres ven sus sueños perdidos, se encuentran abandonados, se ven enfrentados a evidentes injusticias, a miedos ancestrales y a todos los temores humanos que, latentes en sus obras, están esperando a pegar el salto y darnos contra el rostro con toda su contundencia. Es imposible asociar sus imágenes a finales felices.
Suele plantear sus obras desde el grotesco, llegando a veces al límite del absurdo. No es el humor lo que sobrevuela en sus imágenes, sino una sombría melancolía mezclada con un cinismo mordaz y un deliberado intento de hacernos captar situaciones desde la psicología profunda de cada personaje, que se convierte simultáneamente, en una amenaza para los propios actores, que no pueden ocultar sus crisis… Su hombre enajenado, aturdido, amenazado, es a la vez un destructor, un depredador y un simulador inteligente, que ha refinado hasta la sutileza su maldad.
Ana Fabry tiene como destino navegar incómoda en su propio tiempo, tal vez se podría decir que esta artista, con su obra, “ofrece resistencia”, creo además que no sólo resiste, sino que “presenta batalla” con las armas que puede y sabe usar, que se rebela desde un discurso crítico de singular intuición. A la vez, se exige desarticular los marcos de referencia de corrientes estéticas rectoras y puede con ello, puede expresarse por completo, en el análisis profundo de su genuina creación.
Octubre 2006
Ana Fabry es una artista plástica que vive y trabaja en Santa Fe desde hace muchos años. Ha entrado en la historia del arte de nuestro país y ha extendido su talento a parte del mundo.
Realiza sus obras bajo una composición rigurosa, siempre teniendo en cuenta la unidad temática. Tiene una técnica refinada, donde sobresale la intensidad y la riqueza con que maneja sus pigmentos, capa sobre capa, la materia le brinda el potencial absoluto para ir construyendo pasajes, tramas y texturas que tienen que ver con lo sensorial, emparentándose con la sensualidad, y configurando una óptica colorista única que favorece a la expresión.
La acción constructiva de sus imágenes y su proceso conllevan una elaboración precisa y minuciosa, la escala espacial distorsionada y las técnicas pictóricas que utiliza refuerzan los climas simbólico-escénicos que se ven como resultado.
Ana Fabry crea desde un elaborado ceremonial propio, organizando sus configuraciones con maestría, sin dejar nada librado al azar, construyendo desde una conciencia histórica, con una personalísima concepción de su paso por este mundo.
Sus imágenes producen sensaciones no comunes ni convencionales, tampoco demasiado evidentes, por el contrario, estas obras nos obligan a otras miradas, desde "su" mirada. Este juego de palabras pretende dejar en claro que, ante estas obras, se produce una operación imaginativa trascendente, que no podemos obviar y, a veces, nos quedamos perplejos ante algunas revelaciones. En esos casos, nos cuestionamos interiormente, casi de modo inconsciente, sobre lo que miramos y, puestos en esa situación, debemos evaluar si podemos con la angustia de llegar hasta el fondo. Quedamos a merced de sus lúcidos descubrimientos, implicados, casi al borde de la complicidad. Allí se nos abre un mundo clave: la capacidad de construir sobre el dominio que parecía absoluto, de la intimidad de la artista. Sus obras nos exigen una devolución, una validación sin ingenuidades, apuntan directamente a nuestra inteligencia, provocándonos con sus disparadores poco sutiles, con su ironía casi corrosiva y con sus enunciados de verdades crudas y situaciones patéticas, donde se observa el vínculo entre individuo y contexto, en un registro cáustico, que nos enfrenta a cada momento con la furia contenida y con la injusta trama de padeceres, crueldades y violencias cotidianas.
Fabry también castiga fuerte a sus personajes, los hace actuar sus luchas diarias en simbólicos escenarios, evidenciando verdades subterráneas, con una carga poética durísima que elude toda posibilidad de esperanza. Atrapados y en su indefensión, estos seres ven sus sueños perdidos, se encuentran abandonados, se ven enfrentados a evidentes injusticias, a miedos ancestrales y a todos los temores humanos que, latentes en sus obras, están esperando a pegar el salto y darnos contra el rostro con toda su contundencia. Es imposible asociar sus imágenes a finales felices.
Suele plantear sus obras desde el grotesco, llegando a veces al límite del absurdo. No es el humor lo que sobrevuela en sus imágenes, sino una sombría melancolía mezclada con un cinismo mordaz y un deliberado intento de hacernos captar situaciones desde la psicología profunda de cada personaje, que se convierte simultáneamente, en una amenaza para los propios actores, que no pueden ocultar sus crisis… Su hombre enajenado, aturdido, amenazado, es a la vez un destructor, un depredador y un simulador inteligente, que ha refinado hasta la sutileza su maldad.
Ana Fabry tiene como destino navegar incómoda en su propio tiempo, tal vez se podría decir que esta artista, con su obra, “ofrece resistencia”, creo además que no sólo resiste, sino que “presenta batalla” con las armas que puede y sabe usar, que se rebela desde un discurso crítico de singular intuición. A la vez, se exige desarticular los marcos de referencia de corrientes estéticas rectoras y puede con ello, puede expresarse por completo, en el análisis profundo de su genuina creación.
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