MAXIMILIANO MAIGNIEN

MUTACIONES
Abril, 2008

Con identidad propia
En las salas del Museo de Arte Contemporáneo se pondrán a consideración del público dibujos de pequeño y mediano formato y objetos de Maximiliano Maignien.
El tratamiento lineal se hace visible en todo el recorrido de cada obra, armando las estructuras de las imágenes con la línea como sustento, laberínticas e intrincadas, se van desplazando hasta conformar las construcciones básicas y hasta los detalles puntuales de cada obra.
Este artista viene trabajando desde hace tiempo en nuestro medio, evidenciando una impronta personal en sus imágenes, de original factura, revela en sus obras la riqueza de la experimentación constante, lo que le permite ir afianzando sus medios y modos expresivos, sin forzar los recursos a los que apela, haciendo posible así esa identidad de imagen que lo caracteriza.
Maximiliano Maignien reduce su muestra a un tema puntual, la metamorfosis del bicho canasto. La profusión de los elementos lineales que se apodera de la imagen, se convierte en la estrategia compositiva del artista, que despliega la línea con sus variaciones múltiples dentro de esa única unidad de sentido. El color actúa como apoyo sutil de las formas, amarillos grisáceos, rojizos y hasta los verdes azulados, todos aparecen como pigmentaciones propias de la naturaleza en mutación.
Casi podríamos hablar de anomalías y alteraciones caprichosas en los cuerpos del cesto, que son intensificadas por el tratamiento óptico-táctil en sus objetos y las intrincadas concentraciones de líneas ejecutadas con destreza en sus dibujos, que forman una masa con poderosos efectos visuales en la impresión del conjunto.
El cesto conformado, nos revela una energía latente que implica anuncios y apariciones en su cuidadosa estructura, es un dispositivo de contención que permite a la mirada deslizarse hacia la criatura viva que aparece desde el interior del mismo y que corona el soporte. Lejos de querer distraernos con la proclama de esa vida que asoma, nos hace concentrar en lo enredados tejidos, ir y venir, y ser invadidos por las fuerzas inherentes de urdimbres desarrolladas en concentradas madejas, formadoras del continente de las surgentes criaturas, pugnando por salir.
Lo simbólico en estado puro, superador de la metáfora directa, concebido como la única alternativa subyacente de un sentido vitalista, de un relato que obedece a un principio unificador, el de la existencia del ser.
El ser puede parecer una larva de oruga, un animal ignoto o un humano andrógino. Esto no importa, es aleatorio de quien se trate, hace su aparición y nos toca develar si fue él quien fabricó su propio cesto o el cesto dio nacimiento a la criatura.
Uno o el otro son la misma cosa, pertenecen a la misma estructura, se invaden, crecen y evolucionan juntos, están implicados en una continuidad en desarrollo. Son una emanación de existencia conjunta constituida en exigencia vital como unidad orgánica.
Cuerpos, rostros y cesto se metamorfosean hasta fecundar un refugio, un habitáculo de protección del que nunca saldrá el ser, al que no abandonará, porque sería como abandonarse a sí mismo.
Maximiliano Maignien nos acerca a un universo diferente, de una evidente capacidad integradora de la imagen, así como arrastra en todo el despliegue de obras, una insoslayable cercanía con lo perturbador en las combinaciones fisiológicas de sus aparecidos en escena.










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