TAN FRÁGIL
Noviembre, 2007
El paraíso perdido
Las obras de Paula Sobrero que se presentan en el MAC, son pinturas de mediano formato, realizadas en acrílico. En la totalidad de sus imágenes aparece la mujer como tema excluyente, y una manera de reordenar con ellas, la intensidad de la evocación constante del final de la adolescencia y su abrupto pasaje a la adultez, marcando el punto final de un tiempo natural sin responsabilidades.
Noviembre, 2007
El paraíso perdido
Las obras de Paula Sobrero que se presentan en el MAC, son pinturas de mediano formato, realizadas en acrílico. En la totalidad de sus imágenes aparece la mujer como tema excluyente, y una manera de reordenar con ellas, la intensidad de la evocación constante del final de la adolescencia y su abrupto pasaje a la adultez, marcando el punto final de un tiempo natural sin responsabilidades.
Sobrero dejó de lado los matices de luces y sombras para dar volumen a los cuerpos, logra sus formas y la expresión de los mismos con una pintura plana, neta de color, sin variantes en su recorrido corporal, asumiendo un nítido recorte oriental en su tratamiento pictórico. Observa un gran respecto por la materia utilizada y logra sorprendentes escorzos de la figura humana.
Podremos ver esos cuerpos en frescos momentos, tomando tranquilos el sol en toda su intensidad, direccionando una penetrante mancha de luz sobre la muchacha durmiendo su siesta, o envueltos en telas mórbidas que dejan asomar claramente toda la voluptuosidad femenina en su esplendor.
La mirada lo lleva a uno en ese recorrido, que deviene de la única intensión de captar ese instante cálido, simple, donde todo se conjuga en perfecta armonía, sin caprichos ni sobresaltos… así parece, así se ve en primera instancia, pero allí no termina, se anuncian, transitando a través de emociones a flor de piel, una serie de intrincados tejidos que albergan intrigas, temores, desasosiegos, y el potente impulso de sumergirse en un cosmos taciturno de placeres y miedos cotidianos. Esos cuerpos perfectos que moraban en una utópica felicidad, transitan ahora sobre una suerte de intensa vibración sobrecogedora, que alerta sobre el peligro que las acecha. El secreto se filtra un poco, podemos captar algo que quedó a través de una ranura que se abre. Tal vez nunca podamos develar nada, porque así lo quiere la artista, ella sugiere apenas y los espectadores estaremos siempre en el umbral, observando fascinados a los personajes que transitan sin rostros, protegiendo así la identidad y resguardando de este modo sus emociones.
Suntuosas tapicerías, estampadas sedas, brocados y diversas tramas textiles acompañan los cuerpos de las mujeres, cada uno de esos accesorios oficia de objeto con asignada función, que le es dada para poder participar de la organizada cosmovisión femenina.
Si bien es muy marcado el enigma de sus retratadas, nunca desembocan en una oscura melancolía o en el dramatismo, en todo momento la artista opera en clave hedonista, poniendo de manifiesto el placer de pintar y de conseguir el máximo poder visual en sus figuras humanas, incorporando el desafío de hacerlas poéticas, para que se completen los implícitos significados de la unidad absoluta.
Finalmente podemos decir que en este grupo de obras, de cuerpos en lúdica acción, lo que anida es un signo en flotación, un ánimo opaco, soterrado y distante, de un tranquilo y encantado mundo vivido, un paraíso perdido que quedó en el tiempo incierto y umbroso del presente, Sobrero lo congela como en “pausa” en esos instantes precisos, previos a desatarse los hechos que vendrán, e induce al espectador a crear, a imaginar las próximas situaciones, y quedar presos en la tensión que genera el momento.
Estas mujeres sufren el vacío existencial de todos los tiempos, todas ellas con el destino marcado, llevan a cuestas lo que les toca vivir. Lo único que las protege es un velo, o mantilla, que no permite la total desintegración. Sumergidas en la profundidad de sus propios pensamientos, pueden demostrar con su cuerpo lo que sienten. Puntualmente en dos de sus obras es muy clara la tensión creada.
En “Aún no”, nos muestra una mujer que, ante el llamado de la urgencia de su hombre, para relacionarse íntimamente, ella no está todavía preparada, se lava la cara para enfrentarse al momento que vendrá, los espejos reflejan ya, a la otra en que necesitó transformarse para asumir el rol y hacer lo que debe.
En la obra “La ira”, la mujer está yacente, reclinada sobre un cómodo sillón que le permite descansar, su alma está dolida y su cuerpo se ha tornado verde del enojo contenido, con la furia que la aqueja, esa mujer está por estallar, aunque la imagen del buen descanso diga otra cosa.
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