CÉSAR COSTANZO

ECUACIONES Y PERSONAJES
Abril 2009

Presencia enigmáticas
Las obras de César Costanzo que se presentan en el MAC, son pinturas acrílicas, realizadas sobre tela, en su mayoría de mediano formato. Individuales, dípticos o trípticos, forman parte de una serie de última factura de este artista.

La actual obra de Costanzo parte de las corrientes cuyos lugares comienzan y terminan con los límites pictóricos propiamente dichos, formas contundentes, contrastes de color, orden visual de las composiciones, construcción del espacio a través de volúmenes visuales. Son estructuras primarias, simples órdenes pictóricos que oscilan en distintas densidades de color y formas, como “aparecidas” en el plano, actuando como pausas espaciales, portadoras de recortes visuales que establecen diversos campos de atención en el plano. Plantea un orden sustancial con esas “presencias” de inmediatez visual. Esta estrategia se repite en todo el corpus de obras que integran la muestra.

El color se suelta, recorriendo en su cromatismo los contrastes y las combinaciones posibles, por momentos se torna oscuro, matices variados dentro de los tonos agrisados y negros, cargados de asociaciones, plagados de entrecruzamientos.

En todos los casos Costanzo permite que reconozcamos una multitud de elementos que se hacen fácilmente visibles, es decir que despliega un discurso visual de signos altamente reconocibles, aunque todo el tiempo sobrevuela la sensación de que poco nos ha revelado. Algunas de estas obras tienen un mínimo de unidades ópticas sígnicas que nos dan pautas. Referencias fragmentadas con silencios casi ancestrales, permiten algunas revelaciones. César Costanzo deja esos silencios en sus campos de acción, marca la atmósfera y nos deja libres, nos deja solos con las formas que emergen visualmente como a la espera de una introspección silenciosa que consumará la experiencia pictórica. Los motivos adquieren una exaltada dinámica, en la meditada tranquilidad de su ubicación en el espacio.

Imágenes que parecen erguirse, dentro del reposo que las atraviesa. Cada elemento se impone como testigo mudo, de referencia fragmentaria, en una especie de “zona” de fuerza espiritual, poblada de lamentos y orfandades.

En algunas obras la luz viene desde un horizonte alejado, está presente atrás de las formas centrales y puntualmente aluden de manera simbólica, a la latencia vital, reflejada aún, en la oscura sombra del infinito espacial. Marca un sentido discordante de lo conocido a partir de su manera de incorporar la luz. Así los signos quedan entre sombras y convocan a un vacío que emana de la luz. Esta fuerte iluminación que tiene presencia propia, se apodera por momentos del centro de acción.

Se podría decir que estas obras crean espacios protegidos, con regulaciones propias, escenarios con matices particulares, que el artista recrea impecablemente en estructuras anticipadas, de carácter metafísico donde cada figura acumula fuerza y despliega su energía.

De esencia espiritual y hasta psicológica, su obra llena de vaso rituales, deformidades animales y figuras diabólicas, encarnadas en hombres cuyas hechicerías y celebraciones místicas, tienen los símbolos arquetípicos de raíces religiosas y de escenarios paganos. Los infiernos afloran y son atravesados por las múltiples relaciones que la condición humana mostró en todos los tiempos.

Si bien las imágenes muestran la vida, el sol, la naturaleza, por ejemplo en “Espíritu isleño” o “kundalini Americano”, el doble juego donde la muerte es protagonista, está claramente planteado.

Con una conciencia universal y una experiencia particular, Costanzo expresa a través de lo simbólico, la creencia popular de las dualidades mundanas, y de un secreto inframundo que aparece en toda su obra, produce así una irónica cadena de asociaciones y ofrece la posibilidad de adelantarse a un nuevo plano de percepción y de pensamiento. Sobrevuela un conocimiento profundo de sabiduría oriental ligada con el saber criollo de nuestro medio. Alude sin ordenamiento jerárquico a las profundas necesidades del ser, “Eros, Fagos y Tanatos” son la ecuación que lo demuestran.

Construye imágenes crípticas, en un despojamiento racional, a la vez que representa un clima esotérico, un verdadero enclave de equivalencias visuales.

Figuras veneradas y alabadas, se corporizan simbólicamente, construyendo un imaginario cabalístico evocador, instalando así una dimensión de paridades enigmáticas que nos invaden con su misterio.










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