Junio, 2008
Celebración de
Andrés Dorigo hace suyo el espacio museístico en su totalidad en esta muestra sobre la naturaleza, representada a través del dibujo dando cuenta de una línea que pasa por todas las formas de realización a partir de pigmentos diluidos. Crea su universo vegetal con todos los recursos que también le provee la pintura, arrastres de materia dejan huellas en los grandes paneles de papel, creando una traza-pincelada, diferente y única, el artista desdibuja los bordes, se desliza por los límites y traspasa las fronteras de cada área, para apropiarse del dibujo, la pintura, el plano entero y el espacio todo.
Lo que se podrá ver en el MAC es un “clima visual-espacial” con esta muestra denominada “Homenaje a la naturaleza”, donde aparecen grafismos y marcas rítmicas en las paredes, a modo de gestos escriturales, son prácticas del goce de dibujar y pintar, ligadas a las profundidades pulsionales del cuerpo y el alma del artista. Señales distintivas de procedimientos propios, al margen de modalidades y tendencias.
La obra que se verá, deja ver un andamiaje equilibrado visualmente, atravesado por el rescate óptico, de un entramado que invade el espacio y lo carga de germinaciones múltiples, humedales que contienen los microclimas pertenecientes al ecosistema, entramados boscosos, los desarrollos de la tierra y del agua, conjugados desde el sustrato mismo de lo que aparece por momentos como una ciénaga con su espesura, o como una misteriosa jungla con atavíos de antigua data.
Raíces, hiedras, varas, tallos, hojas, follajes, matas, lianas, y además bichos e insectos propios de cada microclima, se asoman para que podamos verificar una y otra vez, que son lugares generadores de vida.
Todos son registros simbólicos a los que apela Dorigo, para trasladarnos algo de sus paisajes de genuina raigambre interna, paisajes llenos de sensuales insinuaciones en sus formas, dando como resultado un “clímax orgánico” en su recorrido
Es como si el alma desnuda de la naturaleza hiciera su aparición, con las regularidades, ritmos y equilibrios de un escenario creado desde una vitalidad privativa del artista, impuesta en las imágenes que nos deja ver, adivinamos coordenadas y entrecruzamientos de su propio cosmos.
La luz es una presencia permanente, intensificada en puntos focales de algunas acumulaciones vegetales, ininterrumpida en todo el recorrido, la vista se desliza por todo el corpus de obras que tapizan el espacio, no hay lugar para el corte abrupto, para la interrupción o el sobresalto, todo se presenta como una fuerte sensación de armonía universal. Luego de recorrer esta concordia construida e instalada como una gran unidad, nos invade la esperanza, la calma, la paz que transmite una atmósfera serena, donde nada sobra y tampoco nada falta. Aparece la belleza de las formas, como un efecto secundario de la armonía expresiva del conjunto de obras.
Variables múltiples del color, hasta llegar a los tierra, tan peculiares de su paleta, estos colores producen innumerables vibraciones visuales y están actuando compositivamente, en un acorde consonante con las formas, todo como recordando que la propia naturaleza los ha creado y que Dorigo despliega en intensidades variadas de riqueza cromática.
Los patrones de representación, en su conformación estructural, están dados por configuraciones simples, de referencia directa al mundo de la naturaleza. La regularidad dispuesta en un plan perfecto y armónico. Ricos y variados órdenes percibidos en una escala creacionista de directa relación con el contexto, así Dorigo logra que las leyes de la física se puedan aplicar en su obra, actuando en todo el espacio, con sistemas orgánicos sustanciales y traspasos de continuidad entre un orden y otro, sin que la estructura sufra ningún estorbo, cualquier disturbio complicaría el orden establecido y se vería como un verdadero obstáculo para mantenerlo.
Aparecen organismos vivos dentro del camuflaje que ofrecen las marañas, un modo de cuidar a sus criaturas de posibles predadores, es hacerlos imperceptibles, aunque a veces los destaque sin tapujos, será solo cuando Dorigo crea que no hay peligro alguno para ellos, que la caverna orgánica los contiene y cobija. La distribución pareciera al azar, las frecuencias de aparición también, pero se nota un estudio programado de acciones y comportamientos relativos al hábitat de cada especie en escena.
Frecuencia y distribución de las presencias puntuales de animales, están controlados, se notan las jerarquías de la ley natural, incluso en el desorden que es experimentado como otro tipo de orden.
La presencia de incontables fuerzas que se influencian entre sí, son coyunturas y adhesiones en red, se advierten como percepción absoluta, como campo visual, creado con patrones visibles claramente resueltos.
Andrés Dorigo tiene una equilibrada trayectoria en las artes visuales, sigue su curso como siempre, sin altibajos, se ha mantenido en el tiempo trabajando con un dominio absoluto de cada recurso que utiliza para crear sus obras. Aquí lo vuelve a demostrar nuevamente y no solo eso, arriesgó en expansión, dimensión, disposición y recorrido, se situó en otro lugar, en el lugar de la conquista dialéctico-simbólica de una organización espacial, con orden estructural autónomo y de esta manera construyó la armonía esencial de un universo casi místico.
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