Octubre, 2008
Tres Décadas de Erotismo.
Las Pinturas
Períodos claramente diferenciados por décadas del artista plástico Domingo Sahda, podrán verse en las salas del MAC.
De la década del 80, tres grandes telas que ocuparan el auditorio del museo, muestran agrupamientos humanos de “Seductores y Seducidos” celebrando distintos acontecimientos y en distintos ambientes, en las obras “Brindis” y en “La Playa ”, acompañadas de un solitario semental, que exhibe sin tapujos partes de su cuerpo para asombrar a su audiencia. Estas obras de tinte netamente figurativo, tienen un tratamiento pictórico realista – naturalista y apelan a las mas estrictas normas de las proporciones humanas, que se respetan en todo estudio o análisis de la estructura corporal. Aun así, ya se puede vislumbrar esa manera corrosiva de Sahda para explicitar ocultando y develar sin exhibir, que caracterizan su obra.
De los 90, se verá la Serie “Juegos de lengua” donde las cinco obras que la componen, muestran a un solo hombre en diferentes poses, con distintos atuendos, que saca la lengua enfrentando con desparpajo al que observa y con ese gesto obsceno, plantea y acentúa que es un experto en la utilización de su boca y de su lengua, a la hora de los juegos corporales.
Del 2008, la Serie “¡OH el amor!” en una misma y continuada exploración, todo el conjunto muestra otra vez el erotismo, en un tratamiento lineal y de formas, que sintetizan en esta actualidad de Sahda la pirotecnia cromática completa de su recorrido temático, se puede ver claramente que nunca a dejado de trabajar, desde una mirada mordaz y descarnada, sobre lo que ha dado en llamar “Los Juegos del Amor”.
Las Esculturas.
Además presenta esculturas realizadas en arcillas, son grandes volúmenes de alto impacto visual, miembros viriles en su plenitud sexual, aparecen como provocativas presencias ocupando con desenfado el espacio, poniendo en situación de “voyeur” al espectador, que será participe indispensable de los juegos osados y audaces, que el artista propone sin pudor.
También se verán pequeñas figuras humanas entrelazadas en juegos eróticos de dinámica vitalidad, son todas representaciones simbólicas, de los encuentros amorosos de las parejas, en acción y exploración de sus cuerpos desnudos. Atrapados en ese conjunto, concentran la energía vital, que se potencia en el abrazo afectuoso del encuentro sexual.
Como un campo de fuerza con la justa dosis de flexibilidad, se expanden en su vínculo, a la vez que envuelven su conexión profunda de estilizadas posturas, en una lograda síntesis visual.
Las líneas ondulantes de las formas, nos permiten un recorrido ocular con fluctuaciones, entre la elasticidad compleja de los movimientos, y la sugerencia de los vacíos, con un riguroso sentido manierista de las formas humanas.
Cada una de las interacciones, nos deja ver el explícito acto de unión, en una sensible interpretación de lo erótico, sin dejar de alternar también, con la demostración de la violencia en que los cuerpos se ven envueltos cuando aumenta la libido y se consolida la sincronía completa de los mismos.
Proporciones armónicas y a la vez distorsiones producidas, para dar cuenta de las fantasías que sobrevuelan sobre las sinuosas figuras, son las dos tensiones profundas que actúan en cada obra.
Las voluptuosas anatomías denotan estructuras corporales estudiadas hasta el extremo. En los visibles contornos de la piel, se encierran huesos y músculos, marcando la sustancia interna de las estructuras básicas de los cuerpos desnudos. Sahda sabe como hacerlo, la cercanía con la figura humana desnuda ha sido y es parte de toda su historia visual.
Aparecen además en algunas obras, dramáticas expresiones faciales, que movilizan al espectador a construir historias de insatisfacciones. A partir de cada profunda emoción que aparece en la superficie, se vislumbra el turbado pensamiento interno del rostro que actúa, porque no tiene alternativa, carentes de la romántica corriente amorosa que rodea los encuentros eróticos. No es relevante si hay amor o no de por medio, los complejos términos del encuentro sólo serán repertorio del que mire, y trate de deducir las dificultades de la trabazón de esta alianza, y las demandas del conflicto.
Las simetrías de cada acoplamiento compensarán tal vez, la soledad y el aislamiento que se quiere disimular y en el que no podemos encontrar el motivo individual, debido a la presión de las redundancias cotidianas.
Hay una articulación en la complejidad precisa del equilibrio y el ritmo visual que las obras tienen y son las caprichosas curvas y contracurvas, las que determinan el vertiginoso recorrido de la mirada y dosifican visualmente las omnipresentes leyes que fija la construcción de la figura humana.
Ejecuciones exigidas, de modelos modificados arbitrariamente en su estructura, hasta hacerlos contornearse en una entrega corporal contrariada. Sahda lo hace a propósito, no economiza su búsqueda en los excesos, no se resigna con lo establecido, alude a otros órdenes, amplía el cosmos del lenguaje plástico, para que sus hombres y mujeres tengan cabida en la novedad de los esquemas propios.
Con muecas, deformaciones, desproporciones y fealdades provocadas, consigue dar nuevos significados al credo evolucionista de la naturaleza humana.
Figuras con patrones únicos, dan cuenta de un elocuente y silencioso testimonio, que no tiene anclaje heredado, ni sumisión a ninguna tendencia. En cualquier caso, desata un vigoroso espectro de recursos para lograrlo y pareciera que se prepara para el combate cuando transforma la arcilla y la hace penetrar sin fronteras, en la esfera biológica de la especie más avanzada.
Ejerce su pasión por el arte a través de estas obras con total libertad y desparpajo, agudo e incisivo, franco y provocador convierte al erotismo en un tema más de su repertorio visual y deja en claro que poco importa seguir las reglas.
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