Agosto, 2008
Rostros a Pedido, Rostros Conseguidos
La muestra “Lo que se ve y lo que no se quiere ver” de la artista Virginia Farah que se presenta en el MAC, está conformada por tres series de obras, “Abocadas”, “Espejo-espejito” y “Vicioso el ojo que TV”, todas ellas a su vez, se conjugan en una única fusión perceptiva, que incluye al ojo y a la boca humana, como sus protagonistas.
Son pinturas individuales en algunos casos y pinturas en conjunto con objetos ambientados en otros.
La artista combina materiales diversos, como hierro, vidrio espejado, porcelana fría, madera y tela.
Todos los planteos visuales que se observan en ellas, tienen un cromatismo amplio dentro de los colores puntuales que ella usa, es decir que sobre cada color se despliegan todas sus variantes y combinaciones, mostrando una paleta propia y rica sobre cada color. Las texturas no son aleatorias sino que responden claramente a la nítida definición de cada superficie y actúan dando movilidad visual a las tan delimitadas formas que recrean una y otra vez el motivo central.
En cada caso hay un análisis profundo de la estructura de la figura que aparece en escena. La boca, centro neurálgico de varias de las obras, se presenta bien delimitada y en visión directa y focalizada, permitiendo la facilidad de percepción que se corresponde con la atención puesta en el proceso de construcción visual de la misma y con el resultado altamente logrado de gran calidad técnica y de impecable factura, que cada una tiene.
Los rostros contenedores de los jóvenes y turgentes labios, tiene un tratamiento pictórico de pulimentadas superficies y un registro vinculado directamente con el realismo, esto contrasta ampliamente con los grandes planos negros o rojos que los acompañan rompiendo la idea tradicional de mostrar un cuadro y aportando la cuota abstracta de la muestra.
El punto central-focal permite que la visión pare, frene su recorrido allí, donde la fuerte relevancia de la boca implicada, nos detiene y debemos atender, prestar atención ineludiblemente.
Cuando el ojo es el tema, se desdibuja su estructura, se desploma su forma con grafismos regulares como en caída inmediata, aún así se sostiene su forma, indicando un exhaustivo tratamiento en su armazón fisiológico, un fuerte orden interno que la artista planificó y destaca en todos los casos.
Los ojos de Virginia Farah son ojos que desenfocan y se han entrenado para observar, sin mirar, para prestar una atención superficial sobre los hechos. Una falsa enfocadura que justifica sus intensiones, y hace que no distinga adecuadamente, son los ojos moldeados a imagen y semejanza que la TV define y codifica. Estos ojos dejan pasar sin advertir, importantes detalles cargados de sentidos. Están apagados y sus retinas vulnerables desdibujan cualquier escena, hasta aquellas que acaparan la atención del más distraído. Son selectivos y responden a las consignas: lo fácil, lo simple, la superficie, así, sin complicaciones, los ojos creados por Virginia Farah recurren una y otra vez a las rápidas variaciones, a las exploraciones determinadas y a las oportunidades resueltas. Cuando el panorama se complejiza, la mirada se dirige hacia otro lado, está en apuros en la temeridad que implica confrontar, profundizar, y operan sobre la verdadera realidad.
En cambio las bocas, visiblemente modeladas una a una, pero estrictamente iguales a todas, son perfectas, de aspecto rozagante, son las bocas deseadas, son las bocas a pedido, con patrón predeterminado, conseguidas a fuerza de agregados químicos capaces de brindar elasticidad, tonicidad, juventud y belleza. Suaves, carnosas, audaces, seductoras, soslayan la cuestión más inquietante de la estética física, y producen el efecto conseguido.
Virginia Farah las repite intencionalmente y en regularidad, realiza con ellas algunos cuestionamientos, sobre la actual manera de conseguir, partes del cuerpo, con las que no nos conformamos y deseamos cambiar. Así impulsa la reflexión sobre este comportamiento humano, así aporta también, su propia mirada sobre la manipulación orgánica y la obsesión por la belleza.
A su vez esto que ella cuestiona, nos permite observar, cómo se transforma nuestro desordenado y complejo entorno en algo que provee una ordenada belleza. Lograr el efecto y mostrar que todo puede metamorfosearse y hasta manipularse hasta lograr un “reino simple y en orden”. Orden facilitador, deseado y adquirido a expensas del verdadero significado de la existencia humana.
La boca habla, grita, ríe, come, besa, todas acciones naturales, que a las bocas de Virginia Farah le están vedadas, son sólo bellas pulpas carnosas de curvadas y llamativas formas. Estas bocas controladas, son una versión exuberante y prolija a imagen y semejanza, ellas coronan centellantes y chillonas el rostro portante.
Una de ellas, tras las rejas, nunca llegará a tocarse, a rozarse con otros labios, está presa de su acorazonada hibridez.
Los dos órganos sensitivos que presenta Virginia Farah en sus obras, cargados de atractiva tensión, son órganos tratados como “experimentos” de la escena mundana actual. Situados como centros de acción, polarizan la inspiración de la artista, que apela a lo sensorial en esta doble apuesta de espejos, que da como resultado, tantas simetrías como espectadores estén frente a ellos, exhibiendo la sorpresa de la nueva imagen que se producirá, cada vez que otros ojos exploren. La ambientación con objetos (Espejo-Espejito) que poseen lo lúdico y lo estético en su composición permite en un guiño de interactividad, participar desde la visualidad, articulando allí un clave punto de acción con el espectador.
Allí se dará la respuesta completa, la respuesta que Virginia Farah busca, tal vez para confirmar sus sospechas.
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