Junio 2009
Beatos y difuntos
Retratos de seres santificados y de difuntos conocidos pueblan las salas de este museo. Un despliegue cromático intenso y vital nos habla de la “conciencia” puesta al servicio del lenguaje pictórico. Forma, color, pasaje, contraste, y línea, entablan una armoniosa relación, adquiriendo una organización matérica sin estridencias, que dan carácter a sus retratados. La clave colorística está cargada del blanco que aliviana los puros, eliminando así la altisonancia del color, que usa para destacar solo puntos claves de la imagen. Lejos de una gestualidad desbordante, hay un pensado tratamiento pictórico que se nota en cada pulsación de la pincelada.
El impacto es grande cuando nos enfrentamos a estos espectros, en sus tiempos, criaturas feroces, o grandes virtuosos, intelectuales de fuste, también próceres junto a parientes directos o amigos, que están allí, como aparecidos, capturados para siempre en un retrato, que por momentos los baña de piedad y por otros deja ver su perversa existencia. Sufrientes o agonizando, salvados de las cenizas, es un conjunto de personajes que nos aproxima al desamparo y a la vez nos acerca a la morbosa curiosidad de lo que hay más allá.
Habrá que atender a los rótulos, sólo en los títulos se podrán reconocer a los personajes y descifrar de quienes se trata. El artista apela a la ironía cuando fusiona placer visual con referencias directas, su sarcasmo está plagado de inusitados sentimientos que pueblan cada rostro. A algunos los ha destacado desde el cariñoso y sincero augurio de que recuperen su salud, a otros los recuerda con todo el bagaje de la relación que los unió. Tenerlos en cuerpo presente es una manera de rescatarlos de las tinieblas, percibir entre sombras y dar a luz sus identidades.
Ensimismados en un sueño eterno, los muertos o por morir, son un repertorio de rostros que se encuentran en el entramado de este conjunto que Mannarino creó. Aquí están todos, mezclados e implicados, amigos o enemigos, hoy conviven en paz en estas salas. Eliminadas las intenciones, los odios y las angustias, el artista los hace erguirse, a todos juntos, capturados en reposo, para que así encuentren la paz.
Estas obras han sido un desafío para Juan Mannarino, él ha debido apaciguar sus propios fantasmas, asediado por algunos de ellos, se lanzó a la increíble conjura de recuperarlos.
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