Noviembre, 2008
Registros de acción pictórica
Se destaca la heterogeneidad con la que fueron concebidas estas obras y nítidamente se observa una abstracción de sintaxis simple y una singular sistematización colorística, resuelta en variables múltiples, manteniendo a raya el color puro, que no aparece más que en el rojo, para dar paso a un desborde de matices de grises. El despliegue cromático de los colores neutralizados van determinando en el plano, un registro perceptivo de altos tonos frescos, claros, limpios, que tienen su correlato de contraste en el negro, este aparece siempre, está allí en cada obra, con su oscuridad extrema, unido a la economía del trazo que describe sin disimular la huella gruesa del pincel.
La trama procedimental se capta inmediatamente en resueltos gestos, que responden a la experiencia más subjetiva de la práctica pictórica. La acción se constituye en el dominio absoluto de las telas, se producen cruces energéticos de un dinamismo, que por momentos señala rupturas abruptas o continuidades en despliegue por el plano completo.
Hay una gravedad física de la materia pictórica, que se da en la caída de las gotas de pintura, dejando a la vista la intensidad reveladora del choque con el soporte.
Marca un concepto atípico de forma, pasando del plano físico al intelectual, para dejarnos ver tiempo y espacio como “formas” a priori, de intensa sensibilidad simbólica, propias del espíritu artista.
La materia del informalismo expresivo de Ishikawa, condiciona y fuerza nuestra mirada, en pos de revelarnos el sentido del todo cósmico en sus vacíos absolutos y en sus recargos de pincel para dar con la cantidad justa dejada en la huella que una y otra vez plantan su legado pictórico. Trazos ancestrales, rastros de otros orígenes, acumulados genéticamente en acción continua y profunda del devenir. Prodigiosa actitud, la de lanzarse en la aventura visual abstracta, escapando a los acontecimientos mundanos, trascendiendo el pensamiento que necesita unir con la iconografía visual acostumbrada.
Las variables controladas desde lo caligráfico-sígnico, están subordinadas a las posibilidades de la expresión pictórica, que le permite mostrar, desde el gesto corporal extendido en la herramienta que utiliza, todas las variables. Manchas, chorreados, goteados, manejos técnicos generados y controlados para dar con la pura expresión del optimismo o la pesadumbre que se ven reflejadas en las obras y que nos van a determinar: pujanza, fuerza, energía, vigor en las pronunciadas verticales o bien melancolía, nostalgia o pesar, en las horizontales.
Tensiones existenciales hacen anclaje en la obra de Ishikawa. Las obras son una interpretación del sentido de la vida, y de la profunda meditación, como no queriendo, aparecen palabras que determinan algunos títulos de las obras: “río”, “luz”, “cuervos”, son actos intuitivos, un ejercicio no razonado, sí sentido que surge de esa parte del ser que libera las angustias anímicas de experiencias vividas.
En esa conformidad de pacto con el universo completo, hay una mística occidental incorporada a lo largo de su vida, que deja entrever el espíritu de la filosofía oriental sin necesidad de acudir a lo obvio.
Ishikawa nos propone otro universo, tal vez el vínculo de una cultura milenaria, que asoma como una pulsación vital, como la pura expresión medular, desde el sustrato mismo del pasado parental ineludible.
El objeto de cada obra puede tener una referencia, aunque se extreme al máximo la ausencia de la imagen referida, así la implicancia es absoluta, ya que cala en la profundidad de la dimensión de la forma y trae a la superficie su esencia. No caben los eufemismos, aquí hay un pintor con fundamento, un creador con mayúscula que acude a la humildad de la materia, presagiando “el germen” hasta sus últimas consecuencias.
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